Creo que esta es una entrada muy poco usual para un blog de cocina. Es un relato corto que he escrito estos días y puesto que la historia transcurre en una cocina alrededor de los fogones, me ha parecido oportuno compartirla aquí. No todo va a ser cocinar y coger recetas.
El relato narra cómo un ama de casa fríe un huevo para la cena de su marido. Mientras está cocinando, la mente de la mujer está ocupada con pensamientos acerca de su marido y una conversación que tuvieron el viernes. Si te apetece saber cómo se desarrolla esta historia, solo tienes que seguir leyendo...
HUEVO FRITO - UN RELATO EN LA COCINA
Ella siempre ha sido una
buena esposa para él. Una buena mujer que nunca ha hecho mal a
nadie. Solo quiere lo que es suyo, que nadie se lo arrebate ¿Qué
hay de malo en amar a tu marido hasta la locura?
Sabe que él está
esperando en el salón, callado, leyendo el periódico. Ella en la cocina,
le está preparando su cena preferida: patatas y huevo frito. Tan
solo le queda freír el huevo. El aceite está calentándose. Para
que salga con las puntillitas, como le gusta a él, tiene que estar
el aceite bien caliente. Mientras busca un huevo en la nevera, piensa
en cuánto ha cambiado todo desde el viernes. Ahora todo va a volver
a ser como antes, como cuando se casaron.
El viernes estuvieron
hablando. Al principio fue una discusión muy fuerte. Pero luego
ambos se calmaron y todo se solucionó. No hay nada como tratar los
problemas de pareja de una manera civilizada.
Parece que el aceite ya
tiene su temperatura. Mejor echar una miga para comprobarlo. Coge un
trozo de pan y lo arroja al aceite. Lo contempla burbujear. Esa mujer
ya nunca volverá a interponerse en su matrimonio. Su marido es un
pobre inocente que se dejó engañar por esa lagarta roba-maridos.
Las mujeres de esa calaña solo son felices cuando destruyen los
matrimonios de otras.
El pan casi se le quema.
Lo saca con rapidez del aceite. Si, ya está bastante caliente. Con
la agilidad de quien ya ha realizado esta operación cientos de
veces, coge un huevo, lo casca en el borde de la sartén y deja caer
el interior sobre el aceite. El huevo se vuelve loco y crepita
gritando que lo saquen de allí. Pero ella sigue en sus pensamientos.
Ahora todo va a volver a ser como antes. Él ha dejado a esa mujer para siempre.
La clara ha estallado en
pompas, mientras se cuaja de blanco y se van formando esas
puntillitas que tanto le gustan a su marido. Volverán a ser un
matrimonio feliz. Solos ella y él, sin terceras personas. Desde el
viernes él ha cambiado mucho, ahora está solo para ella, para su
esposa nada más.
Coge la cuchara para
echar un poco de aceite sobre la yema, mientras piensa en esa
inesperada semana de vacaciones que él acaba de pedir en el trabajo.
Cuánto tiempo hace que no están los dos juntos toda una semana.
Todo va a volver a ser como antes. El huevo ya está listo, con la
yema más bien cuajada. Lo saca de la sartén y lo coloca sobre las
patatas.
Se viste con un forro
polar que está colgado en la puerta de la cocina. Su marido dice que
tiene calor e insiste en tener abiertas las ventanas del salón de
par en par a pesar de que están en pleno mes de enero. Menos mal que
viven en el último piso y los vecinos no lo ven. Si no pensarían
que están locos.
Agarra el plato, unos
cubiertos y sale por el pasillo. Ella está dispuesta a aguantar este
capricho de su marido y otros. Los que hagan falta con tal de que se
quede a su lado, de que no se marche. Lo que sea con tal de volver a
ser felices como antes.
El aire gélido del salón
le muerde en las mejillas. Su marido está sentado a la mesa, con el
periódico abierto, como si no pasara nada. Tiene la mirada perdida
en algún lejano lugar. Permanece callado mientras su esposa se
acerca con la cena.
— Cariño, ya está
bien de leer malas noticias, que a ti te afectan mucho — le dice
ella mientras le retira el periódico — ¡Lo ves!, ya estás otra vez
preocupado.
Él no contesta. Sigue
con la mirada clavada en el infinito.
— No te preocupes
tanto. Que a nosotros nunca nos va a faltar de nada. No mientras
estemos juntos — ella le acaricia la mejilla mientras le pone el
plato sobre la mesa — Mira lo que te he preparado hoy, la cena que
a ti te gusta: patatas y huevo frito.
Él sigue ausente,
ignorando la presencia de su esposa.
— Anda, come algo, que
si no te vas a quedar muy flaco.
Pero él ya no va a comer. Ya no siente hambre. Ni frío. Ni sueño. Permanece sentado a la mesa desde el viernes. Muerto. Con el cuchillo todavía clavado en la espalda.
ufffffffffffffffff, un poco duro ¿no?...
ResponderEliminarAterrador! y has mantenido la intriga hasta el final... me gusta ver otra faceta de los cocineros ....muy chulo Cesar!
ResponderEliminar¡Que fuerte! Me ha gustado mucho porque el final ni lo sospechaba, tienes madera tío... espero más relatos de estos ¿vale?. Besos
ResponderEliminarQUÉ ARTE!! NOS HAS CONTADO UNA HISTORIA INTRIGANTE Y ENSEÑADO A FREÍR UN HUEVO!!! SALUDOS.
ResponderEliminarLa verdad es que me has hecho leer hasta el final... pero no se si quedarme con el paso a paso de como freír un huevo o con el fiambre!, jejeje. Un saludo :)
ResponderEliminarFantastico! Mas relatos asi seran bienvenidos.... :-)
ResponderEliminarCesar has escrito un relato de suspense en toda regla, genial!. Además, no me esperaba para nada el final, es más yo estaba pensando. Pobrecita, seguro que la sigue engañando y ella tan feliz haciendo el huevo frito, que dicho sea de paso a mi también me tenía embelesada la fritura jaja!. Que sepas, que has conseguido mantenerme intrigada hasta el final!. Espero más relatos y más recetas, pido demasiado jaja?. Gracias, te deseo un feliz verano!. Besos Ana.
ResponderEliminarSe me ha puesto la piel de gallina!, que final!. Me encantará leer más relatos tuyos.
ResponderEliminarBien pensado lo de dejar las ventanas abiertas, como a él le gustaba,un relato que no se aleja mucho de la realidad,aunque las que permanecen en el sofá casi siempre somos las que freímos los huevos,me ha gustado casi tanto como un par de huevos con patatas, un saludito y espero que haya más relatos.
ResponderEliminarTodavía tengo la piel de gallina!!!! la verdad que tienes madera para esto, hasta el final ni me podía imaginar como acaba. El paso a paso de freir el huevo no tiene desperdicio y la descripción muy buena. me ha gustado mucho. Espero más como este. Este tuyo si que es un blog de lo más original!!!!!
ResponderEliminarCesar eres un genio....que buen relato.
ResponderEliminarMadre mia de mi vida: how creepy! qué mal rollito...has transmitido todo todo todo!
ResponderEliminarQué bueno! Es tuyo? Me has dejado con el vello de punta! Y encima he aprendido a freir un huevo, que de repente me apetece un monton!
ResponderEliminarAy César!! lo último que esperaba al final! madre mía qué truculento, pero me ha encantado!!
ResponderEliminarEstupenda historia que nos traes hoy por aquí!
ResponderEliminarY a mí también se me ha abierto el apetito de huevo frito, jejeje. Ésta noche caen ;) Besos
Primera vez que visito tu blog. Primero no me esperaba ese final, estaba gozando con el frito del huevo porque, aunque no lo parezca, no es tan fácil hacer unos huevos fritos perfectos. Y segundo, creo que acompañado de unas patatas es un bocado del cielo. Pobre mujer, seguro que no se le ocurriría volver a freír huevos en su vida.
ResponderEliminarCesar te dejo un regalo en mi blog :) http://www.bizcochodechocolate.com/2012/08/llevo-una-semana-un-poco.html
ResponderEliminarwow!!!, madre mia, el final es sorprendente, justo, justo lo que requiere un relato corto. Si es que algunas veces nos volveis locas...jjja, la culpa al final siempre es del otro ¿no?. Una manera diveridad de presentar una receta sencilla...jja. besos Acaramelada
ResponderEliminarCesar Estoy de sorteo en mi blog...te gusta el marisco????
ResponderEliminarHola. Me ha llamado la atencion tu blog, y no he podido pasar sin mas; asi que de momento me hago tu seguidora, y me quedo con mas tranquilidad viendo todas tus proezas.
ResponderEliminarSaludos
Precioso, terrorífico, y esplendido, me ha encantado.
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